Además de lo anteriormente
señalado, la nueva forma de hacer política tiene que ir acompañada de una
ciudadanía consciente que antes de elegir, este realmente convencida de
programas de gobierno, del perfil del candidato, de la gente que le rodea –al candidato-;
en suma, su decisión debe ser integral. De nada sirve votar por una persona, si
al final eso no nos exime de los vicios que todos conocemos.
Entrando en este punto,
los votos obtenidos por cada candidato o postulante deben ser legítimos con
todo lo que decíamos en el párrafo anterior, ya que de nada sirve tener un voto
vólatil, es decir, que hoy vote por nosotros a cambio de una despensa, aparatos
electrodomésticos, celulares, tabletas electrónicas, etc; y mañana no este “comprometido”
en brindarnos su “apoyo”.
En este sentido, entramos
quizá a un debate filosófico posiblemente acerca de si es bueno o qué tan bueno
sería que el voto fuese informado, razonado y nada condicionado. Donde militantes,
ciudadanos sin partido, ni simpatizantes elijan sin temor o sin pagar favores ó
por obligación.
Sobre el tema del
militante es distinto, ya que por pertenecer a un partido seria “natural” que
vote por su organización, por sus candidatos y no precisamente por un proyecto
de gobierno o de partido; es más, sin pensar ni titubear, ellos eligen – quizá a
veces- alineándose y en contra de su líder carismático. Aunque no por ello, no
deja de ser una elección competida.
Ese tipo de voto lo
encontramos en el partido, al interior de éste.
Por otro lado, en
elecciones abiertas, realmente hay una competencia entre programas, proyectos y
grupos donde no solo debería ganar el mejor candidato, si no el proyecto, el
grupo y la mayoría de ciudadanos que le dan el triunfo.
Si se votara de esa
manera, realmente se podría hablar de democracia en sentido amplío, si el
ciudadano estuviera informado medianamente, tomaría de manera distinta sus
decisiones y quizá se haría mejor uso de la comunicación política.
Aunado a ello, la nueva
forma de hacer política tiene que ir más allá de la gestión, tanto en
liderazgos municipales, estatales y federales – incluso más allá del COPACI ó
Consejos Vecinales-.
La nueva forma de hacer
política se definiría por la obligación que tienen los partidos de difundir la
cultura política de la participación, no solo con gestiones – que sería
asistencialismo puro y se entiende como “ayudar”. Por ejemplo, la persona que
no puede cruzar la calle, quizá por una dificultad física en su pierna que lo
haga cojear y llevarlo del brazo al otro extremo de la acera-. Lo contrario y
deseable sería brindarle el conocimiento del contexto, es decir, explicarle que
él puede cruzar cuando el semáforo esté en verde para el paso peatonal, que
debe cruzar por las líneas en el asfalto, que lo debe hacer con confianza y
paso firme, que hay normas para el transeúnte y para el que maneja su
automóvil, etc. Ese tipo de información en cada contexto haría que las personas
o ciudadanos tuvieran mayor y mejor conciencia de lo que ellos mismos pueden
hacer en el caso de la gestión a su favor y por otro lado, la nueva forma de
hacer política debe ir por el lado de crear, difundir y hacer partícipe al
ciudadano de la cultura; no sólo de las actividades artísticas, si no también,
la cultura ecológica, vial, ciudadana, social, económica, política.
Los puntos anteriores
serían el objetivo de la nueva forma de hacer política, sería la palabra en
acción.
Mientras más personas
autodidactas y con conciencia se den cuenta de ello, de estar informados;
mientras las Asociaciones de Vecinos, COPACIs, Asociaciones Políticas y
Partidos Políticos; el mismo gobierno vean lo mismo y sobre todo, vean por esa
OBLIGACIÓN, México cambiaría de una manera que no hemos imaginado aún.
HOY la clave de todo es la
voluntad moral, social y política de la clase gobernante y de las personas
dedicadas 90% ó 100% a la actividad política.
Esos son los elementos
para una nueva forma de hacer política.
Luis Reyes Sociólogo,
especialista en Comunicación Política y Marketing Político.
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